miércoles, 14 de noviembre de 2007

Seguir a Jesús hoy en América Latina

José María VIGIL

Jesús es siempre el mismo. No es la misma, sin embargo, la conciencia y la vivencia que de él tiene la Iglesia bajo la acción del Espíritu a lo largo de la historia.

Hoy, en América Latina, con la irrupción de los pobres, y recogiendo toda la búsqueda y los logros de los estudios bíblicos de los últimos tiempos, el Espíritu está haciendo surgir, en medio de la experiencia espiritual de esta hora del Continente, un nuevo rostro de Jesús.

Si cambia la imagen de Jesús cambia también la conceptuación que la Iglesia tiene de su misión, de la evangelización, del seguimiento. Por eso, a los hombres y mujeres que queremos seguir a Jesús, nos importa grandemente estar atentos a este su rostro nuevo que aparece en América Latina y que sacude profundamente nuestras acostumbradas prácticas de Iglesia, de evangelización, de seguimiento.

Dejando a un lado ahora aspectos tradicionales esenciales que no han sufrido variaciones, nos preguntamos: ¿cuáles serían los rasgos más novedosos de este rostro nuevo de Jesús que emerge en esta hora espiritual de América Latina?

Jesús histórico, revelador de Dios. Dios se nos revela en la historia y, privilegiadamente, en la historia de Jesús. Hoy conocemos a Jesús mejor que nunca. Estamos más cerca que nunca del Jesús histórico. Y nos hemos hecho conscientes de que la historia de Jesús forma parte de la encarnación de Dios. Sus palabras, sus prácticas, sus gestos… todos los rasgos del Jesús histórico son para nosotros pistas de revelación de Dios, y pistas para el seguimiento de Jesús. El Nuevo Testamento no dice tanto que Jesús sea Dios, cuanto que Dios es Jesús; es decir, no es que sepamos previamente o al margen de Jesús quién es Dios, y que esa idea la apliquemos después a Jesús, sino que, por el contrario, todo lo que podemos saber de Dios lo descubrimos a través de Jesús y de su historia. En la historia total de Jesús se nos revela el Dios cristiano. Todo otro dios no es cristiano.

Jesús, profundamente humano. Frente a un Cristo entendido casi exclusivamente como Dios, hemos redescubierto al Cristo de nuestra fe -Dios verdadero- en el Jesús hombre completo y verdadero, profundamente humano, que discierne, valora, duda, decide, ora, no sabe, tiene fe, tiene crisis… Todo en su vida es para nosotros ejemplo de humanidad lograda. Sólo Dios podía ser tan profundamente humano.

Jesús, entregado a la Causa del Reino El dato histórico más cierto que tenemos de la vida de Jesús es que el tema central de su predicación, la realidad que daba sentido a toda su actividad, fue el Reinado de Dios. Jesús no predicaba a “Dios” simplemente, ni a la Iglesia, ni a sí mismo, sino el “Reinado de Dios”. Esa es la Causa por la que él vivió, de la que habló, por la que se arriesgó, por la que fue perseguido, condenado y ejecutado. Fue un hombre entregado a una causa. El Reino fue su opción radical y absoluta.

Jesús, anunciador del Dios del Reino. Jesús no hablaba simplemente de Dios. El Dios de Jesús no es el dios griego. No es un ser metafísico que pueda ser pensado en sí mismo, al margen de los hombres o de la historia. El Dios de Jesús es el Dios del Reino. Jesús recoge y purifica las tradiciones veterotestamentarias sobre Dios: es un Dios de la historia, un Dios que escucha los clamores de su pueblo, que interviene históricamente para liberarlo, que sufre con su pueblo… Jesús no predicó genéricamente a un Dios abstracto, espiritualista, ahistórico, impasible, imparcial ante los conflictos históricos…

Jesús, pobre y encarnado entre los pobres. Jesús fue realmente pobre, vivió entre los pobres y se situó siempre en su perspectiva y en sintonía con sus intereses. Asumió su causa. Conscientemente. Se situó frente a los poderosos. Hizo suyas las aspiraciones de los pobres. Su pobreza y su ubicación social entre los pobres son un dato esencial que atraviesa la vida toda y el mensaje de Jesús.

Jesús, subversivo. Jesús no proclamó un mensaje socialmente irrelevante. Más aún: no sólo tenía relevancia su mensaje, sino que se revelaba concretamente como subversivo. Jesús propone un orden de valores que subvierte el orden establecido. Propone un nuevo tipo de relaciones humanas. No acepta las convenciones sociales Propone el poder y la autoridad como servicio. Presenta una imagen distinta de Dios. Es un inconformista. Proclama y realiza un reino de Dios que implica una reestructuración y transformación del mundo presente.

Jesús, practicador del Reino. La relación de Jesús con el Reino no fue la de un simple decir, sino la de un hacer. Reveló el Reino con “hechos y palabras”. La misión de Jesús no se redujo a dar información sobre el Reino, sino a realizarlo, empeñando la vida toda en esa tarea. Las prácticas de Jesús tienden a realizar la voluntad de Dios -el Reino- en la historia misma, en su situación concreta. Su palabra y su anuncio forman parte de esa práctica.

Jesús, denunciador. Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia sino que denuncia lo que se opone a ella. Denuncia a grupos sociales -no sólo a personas individuales- que explotan al pueblo en la esfera social y religiosa. Levanta una impresionante protesta social frente a toda forma de opresión. Se enfrenta incluso gravemente contra el templo y la religión establecida.

Jesús, libre. Frente a la familia, frente a la sociedad, frente a los poderosos, frente a los poderes, frente a la ley, frente al Imperio, frente al Templo, frente a la persecución y a la muerte.

Jesús, a favor de la vida del pueblo. Jesús aparece como testigo del Dios de la Vida, que viene para que el pueblo tenga vida y la tenga en abundancia. Y manifiesta esta su misión referida siempre muy concretamente a la infraestructura de la vida humana: pan, salud, vestido, bienestar, relaciones fraternas…

Jesús, compasivo. Se compadece de las muchedumbres, de los enfermos, del sufrimiento humano. Se conmueve hasta las entrañas.

Jesús, ecuménico. No tiene mentalidad de secta, ni siquiera de una estricta confesión religiosa. Su óptica se inscribe en el horizonte de un ecumenismo del Reino. Reconoce que está con él quien está con la Causa del Reino. Propone como modélica la conducta de aquel samaritano que se hace prójimo del hermano judío. Presenta el amor a los pobres como el criterio escatológico de salvación que nos juzgará a todos por encima de credos y fronteras.

Jesús y la mujer. Jesús presenta frente a la mujer un comportamiento revolucionario para los parámetros de su cultura y de su tiempo Se deja seguir por mujeres y las incorpora a su comunidad itinerante. Entabla conversación con la mujer samaritana. Se aparece en primer lugar a Magdalena.

Jesús, conflictivo. Su anuncio de la Buena Nueva para los pobres fue a la vez mala noticia para los ricos. No era neutro o imparcial. Se definió ante el conflicto social. Tomó partido inequívocamente en favor de los pobres. Suscitó el conflicto. No claudicó en sus posturas pro bono pacis.

Jesús, perseguido y mártir. Lo persiguieron los poderes políticos, económicos y religiosos. Vivió la mayor parte de su vida pública habitualmente difamado y perseguido. Tuvo que buscar formas de huir y de evitar a sus perseguidores. Muchas veces fue el temor al pueblo lo que retuvo a sus perseguidores. Su vida fue puesta a precio. Intentaron martarlo más de una vez. Su muerte tuvo una gran densidad histórica (no sólo teológica) con la conjunción de fuertes implicaciones políticas. Murió asesinado por el Templo y el Imperio.

Sentimos que todos estos rasgos del nuevo rostro de Jesús emergente en la espiritualidad latinoamericana nos interpelan y nos desafían a confrontar nuestras prácticas con las prácticas de Jesús. Sentimos esta interpelación como una llamada a la conversión, tanto personal como comunitaria.

Sugerencia para la Pastoral

Para el tratamiento del texto en grupos:
1. ¿Qué haría Jesús hoy? ¿Cómo viviría Jesús hoy cada uno de estos aspectos en América Latina?
2. ¿Qué sería concretamente seguir a Jesús hoy en cada uno de estos aspectos?
3. ¿Qué conversión me exige a mí personalmente este redescubrimiento de Jesús?