QUIERO CREER QUE ESTOY VOLVIENDO.
Vuelvo /quiero creer que estoy volviendo
Con mi peor y mi mejor historia
Conozco este camino de memoria
Pero igual me sorprendo.
Hay tanto siempre que no llega nunca
Tanta osadía tanta paz dispersa
Tanta luz que era sombra y viceversa
Y tanta vida trunca.
Vuelvo y pido perdón por la tardanza
Se debe a que hice muchos borradores
Me quedan dos o tres viejos rencores
Y sólo una confianza
Reparto mi experiencia a domicilio
Y cada abrazo es una recompensa
Pero me queda / y no siento vergüenza/
Nostalgia del exilio
En qué momento consiguió la gente
Abrir de nuevo lo que no se olvida
La madriguera linda que es la vida
Culpable o inocente.
Vuelvo y se distribuyen mi jornada
Las manos que recobro y las que dejo
Vuelvo a tener un rostro en el espejo
Y encuentro mi mirada.
Propios y ajenos vienen en mi ayuda
Preguntan las preguntas que uno sueña
Cruzo silbando por el santo y seña
Y el puente de la duda
Me fui menos mortal de lo que vengo
Ustedes estuvieron / yo no estuve
Por eso en este cielo hay una nube
Y es todo lo que tengo
Tira y afloja entre lo que se añora
Y el fuego propio y la ceniza ajena
Y el entusiasmo pobre y la condena
Que no nos sirve ahora.
Vuelvo de buen talante y buena gana
Se fueron las arrugas de mi ceño
Por fin puedo creer en lo que sueño
Estoy en mi ventana.
Nosotros mantuvimos nuestras voces
Ustedes van curando sus heridas
Empiezo a comprender las bienvenidas
Mejor que los adioses
Vuelvo con la esperanza abrumadora
Y los fantasmas que llevé conmigo
Y el arrabal de todos y el amigo
Que estaba y no está ahora
Todos estamos rotos pero enteros
Diezmados por perdones y resabios
Un poco más gastados y mas sabios
Más viejos y sinceros
Vuelvo sin duelo y ha llovido tanto
en mi ausencia en mis calles en mi mundo
Que me pierdo en los nombres y confundo
La lluvia con el llanto.
Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
Con mi peor y mi mejor historia
Conozco este camino de memoria
Pero igual me sorprendo
MARIO BENEDETTI.
Con mi peor y mi mejor historia
Conozco este camino de memoria
Pero igual me sorprendo.
Hay tanto siempre que no llega nunca
Tanta osadía tanta paz dispersa
Tanta luz que era sombra y viceversa
Y tanta vida trunca.
Vuelvo y pido perdón por la tardanza
Se debe a que hice muchos borradores
Me quedan dos o tres viejos rencores
Y sólo una confianza
Reparto mi experiencia a domicilio
Y cada abrazo es una recompensa
Pero me queda / y no siento vergüenza/
Nostalgia del exilio
En qué momento consiguió la gente
Abrir de nuevo lo que no se olvida
La madriguera linda que es la vida
Culpable o inocente.
Vuelvo y se distribuyen mi jornada
Las manos que recobro y las que dejo
Vuelvo a tener un rostro en el espejo
Y encuentro mi mirada.
Propios y ajenos vienen en mi ayuda
Preguntan las preguntas que uno sueña
Cruzo silbando por el santo y seña
Y el puente de la duda
Me fui menos mortal de lo que vengo
Ustedes estuvieron / yo no estuve
Por eso en este cielo hay una nube
Y es todo lo que tengo
Tira y afloja entre lo que se añora
Y el fuego propio y la ceniza ajena
Y el entusiasmo pobre y la condena
Que no nos sirve ahora.
Vuelvo de buen talante y buena gana
Se fueron las arrugas de mi ceño
Por fin puedo creer en lo que sueño
Estoy en mi ventana.
Nosotros mantuvimos nuestras voces
Ustedes van curando sus heridas
Empiezo a comprender las bienvenidas
Mejor que los adioses
Vuelvo con la esperanza abrumadora
Y los fantasmas que llevé conmigo
Y el arrabal de todos y el amigo
Que estaba y no está ahora
Todos estamos rotos pero enteros
Diezmados por perdones y resabios
Un poco más gastados y mas sabios
Más viejos y sinceros
Vuelvo sin duelo y ha llovido tanto
en mi ausencia en mis calles en mi mundo
Que me pierdo en los nombres y confundo
La lluvia con el llanto.
Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
Con mi peor y mi mejor historia
Conozco este camino de memoria
Pero igual me sorprendo
MARIO BENEDETTI.
lunes, 9 de marzo de 2009
domingo, 8 de marzo de 2009
A emprender el vuelo nuevamente...
Motivada por un filosofo y escritor amigo mio, que me contagia poder escribir desde el corazon, creo que voy a continuar alimentando este espacio. y que mejor dia que este: El dia internacional de la mujer.
FELIZ DIA DE LA MUJER!!!
Y Dios me hizo mujer
Gioconda Belli
Escritora Nicaraguense
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvasy pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
lunes, 5 de mayo de 2008
H A I T Í
La crisis económica que atraviesa Haití amenaza con sumir a este país en el caos. Ante esta situación, los jesuitas de la zona interpelan a sus responsables políticos y a la propia sociedad civil, al tiempo que denuncian la impasibilidad de la comunidad internacional que "asiste cínicamente a la caída en el infierno de la sociedad haitiana."
Comunicado de los jesuitas haitianos. Abril 2008
Los jesuitas que trabajamos en diferentes ámbitos en Haití somos testigos del drama cotidiano que viven millones de haitianos, hermanos y hermanas nuestros. Al igual que Yahvé en el desierto, vemos la miseria de nuestro pueblo y oímos sus gritos "Soy Yahvé, tu Dios. He visto tu miseria y he oído tu grito".
Estas son las miserias, hoy día, de nuestro pueblo:
Millones de haitianos y haitianas víctimas del incesante y vertiginoso alza de los precios de aquellos productos de primera necesidad, incapaces de cubrir sus más esenciales necesidades, ni siquiera la alimentación.
La reducción de la producción nacional en todos los sectores de la economía, lo que lleva a la hambruna y a la más absoluta indigencia.
El empobrecimiento vergonzoso e insoportable de nuestra población urbana y rural.
El crecimiento de la inseguridad, especialmente la aventurada reaparición de los raptos y la desesperación de los jóvenes.
Nuestro país, hundido en la vergüenza y la desesperación, con su soberanía pisoteada y la mayoría de la población viviendo en condiciones infrahumanas.
También se incluye en las miserias de nuestro pueblo hoy:
La total incapacidad de la mayoría de nuestros gobernantes para enfrentarse a los
problemas básicos de la sociedad.
La total ausencia de una oposición política constructiva susceptible de controlar y estimular la acción del gobierno a favor del país.
La total aniquilación de la función política del Parlamento mediante procedimientos deshonestos como la corrupción, el soborno...
La irresponsabilidad de la comunidad internacional, especialmente de los países que se dicen amigos de Haití, de las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo, etc.) que no han respetado de su promesa con respecto a Haití, asistiendo cínicamente a la caída en el infierno de la sociedad haitiana.
El pueblo haitiano, pueblo valiente como ningún otro, esta vez ya no puede más. Atenazado por la miseria, grita. Su grito es una llamada. Los gritos de hoy son los gritos de:
Miles de jóvenes que vagan por la calle diciendo que ya no pueden más y que exigen a los responsables políticos que asuman su responsabilidad.
Los millones de parados, atenazados por el hambre, que gritan su cólera a través de las calles de Puerto Príncipe y de las ciudades de las provincias.
Los padres y madres que pasan varios días sin poder alimentarse y que están gritando su miseria en las manifestaciones callejeras, etc.
Esos niños descarnados de los barrios marginales y del campo que gritan todos los dí as porque no encuentran nada para comer y porque carecen de futuro.
Nos sentimos interpelados por esta situación intolerable que amenaza con hacer caer de nuevo a nuestro país en una situación dramática; estamos profundamente unidos a este pueblo que sufre y sinceramente solidarizados con las victimas. Por esto, en nombre de nuestra fe cristiana y por nuestro compromiso como religiosos jesuitas, pedimos con fuerza:
A los responsables políticos:
Al Presidente de la República, que tome rápidamente las decisiones que sean necesarias para restablecer la confianza y la paz; que encargue una reforma en profundidad de las instituciones públicas para que el país se ponga, por fin, en la vía del desarrollo.
A los altos responsables del Estado que, a corto plazo, en el más breve plazo posible, se pongan a elaborar un programa de urgencia, real y eficaz, para disminuir el sufrimiento de la población y, a largo plazo, a utilizar los recursos intelectuales (tanto nacionales como extranjeros) para elaborar y poner en marcha un verdadero plan de desarrollo nacional.
A los partidos y organizaciones políticas, que asuman su responsabilidad de crítica y de control de la acción gubernamental, que ayuden a la búsqueda de soluciones adaptadas al drama que vive nuestra sociedad, y participen efectivamente en la reforma del Estado para que nuestro país salga por fin de la vergüenza y el marasmo.
A los comerciantes, los industriales, los importadores, los banqueros y otras fuerzas vivas de la nación, que aporten su contribución para aligerar los sufrimientos de nuestros conciudadanos, que tomen conciencia de la necesidad de trabajar juntos para ayudar a Haití a levantarse.
A todos los componentes de la sociedad civil: responsables religiosos, educadores, estudiantes, responsables y miembros de asociaciones sindicalistas y obreras, artesanos, pequeños comerciantes, agricultores, a ponernos de pié, a buscar juntos las soluciones a los problemas de nuestro pueblo.
A la comunidad internacional, sobre todo a los países que se dicen amigos de Haití, a las instituciones financieras internacionales, que respeten sus compromisos con Haití, que respeten sus numerosas promesas de cooperación y que ayuden al país a salir de este crítica situación.
Firman: P. Pérard Monestime SJ, P. Dérino Sainfariste SJ, P. Kawas François SJ, P. André Charbonneau SJ, P. Miller Lamothe SJ, P. Claude Souffrant SJ, P. Ramiro Pampols SJ, P. Kénel Sénatus SJ, P. Gilles Beauchemin SJ, P. Gontrand Décoste SJ, Frère Mathurin Charlot SJ, Thomas Dabady SJ y P. Godefroy Midy SJ.>>
Comunicado de los jesuitas haitianos. Abril 2008
Los jesuitas que trabajamos en diferentes ámbitos en Haití somos testigos del drama cotidiano que viven millones de haitianos, hermanos y hermanas nuestros. Al igual que Yahvé en el desierto, vemos la miseria de nuestro pueblo y oímos sus gritos "Soy Yahvé, tu Dios. He visto tu miseria y he oído tu grito".
Estas son las miserias, hoy día, de nuestro pueblo:
Millones de haitianos y haitianas víctimas del incesante y vertiginoso alza de los precios de aquellos productos de primera necesidad, incapaces de cubrir sus más esenciales necesidades, ni siquiera la alimentación.
La reducción de la producción nacional en todos los sectores de la economía, lo que lleva a la hambruna y a la más absoluta indigencia.
El empobrecimiento vergonzoso e insoportable de nuestra población urbana y rural.
El crecimiento de la inseguridad, especialmente la aventurada reaparición de los raptos y la desesperación de los jóvenes.
Nuestro país, hundido en la vergüenza y la desesperación, con su soberanía pisoteada y la mayoría de la población viviendo en condiciones infrahumanas.
También se incluye en las miserias de nuestro pueblo hoy:
La total incapacidad de la mayoría de nuestros gobernantes para enfrentarse a los
problemas básicos de la sociedad.
La total ausencia de una oposición política constructiva susceptible de controlar y estimular la acción del gobierno a favor del país.
La total aniquilación de la función política del Parlamento mediante procedimientos deshonestos como la corrupción, el soborno...
La irresponsabilidad de la comunidad internacional, especialmente de los países que se dicen amigos de Haití, de las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo, etc.) que no han respetado de su promesa con respecto a Haití, asistiendo cínicamente a la caída en el infierno de la sociedad haitiana.
El pueblo haitiano, pueblo valiente como ningún otro, esta vez ya no puede más. Atenazado por la miseria, grita. Su grito es una llamada. Los gritos de hoy son los gritos de:
Miles de jóvenes que vagan por la calle diciendo que ya no pueden más y que exigen a los responsables políticos que asuman su responsabilidad.
Los millones de parados, atenazados por el hambre, que gritan su cólera a través de las calles de Puerto Príncipe y de las ciudades de las provincias.
Los padres y madres que pasan varios días sin poder alimentarse y que están gritando su miseria en las manifestaciones callejeras, etc.
Esos niños descarnados de los barrios marginales y del campo que gritan todos los dí as porque no encuentran nada para comer y porque carecen de futuro.
Nos sentimos interpelados por esta situación intolerable que amenaza con hacer caer de nuevo a nuestro país en una situación dramática; estamos profundamente unidos a este pueblo que sufre y sinceramente solidarizados con las victimas. Por esto, en nombre de nuestra fe cristiana y por nuestro compromiso como religiosos jesuitas, pedimos con fuerza:
A los responsables políticos:
Al Presidente de la República, que tome rápidamente las decisiones que sean necesarias para restablecer la confianza y la paz; que encargue una reforma en profundidad de las instituciones públicas para que el país se ponga, por fin, en la vía del desarrollo.
A los altos responsables del Estado que, a corto plazo, en el más breve plazo posible, se pongan a elaborar un programa de urgencia, real y eficaz, para disminuir el sufrimiento de la población y, a largo plazo, a utilizar los recursos intelectuales (tanto nacionales como extranjeros) para elaborar y poner en marcha un verdadero plan de desarrollo nacional.
A los partidos y organizaciones políticas, que asuman su responsabilidad de crítica y de control de la acción gubernamental, que ayuden a la búsqueda de soluciones adaptadas al drama que vive nuestra sociedad, y participen efectivamente en la reforma del Estado para que nuestro país salga por fin de la vergüenza y el marasmo.
A los comerciantes, los industriales, los importadores, los banqueros y otras fuerzas vivas de la nación, que aporten su contribución para aligerar los sufrimientos de nuestros conciudadanos, que tomen conciencia de la necesidad de trabajar juntos para ayudar a Haití a levantarse.
A todos los componentes de la sociedad civil: responsables religiosos, educadores, estudiantes, responsables y miembros de asociaciones sindicalistas y obreras, artesanos, pequeños comerciantes, agricultores, a ponernos de pié, a buscar juntos las soluciones a los problemas de nuestro pueblo.
A la comunidad internacional, sobre todo a los países que se dicen amigos de Haití, a las instituciones financieras internacionales, que respeten sus compromisos con Haití, que respeten sus numerosas promesas de cooperación y que ayuden al país a salir de este crítica situación.
Firman: P. Pérard Monestime SJ, P. Dérino Sainfariste SJ, P. Kawas François SJ, P. André Charbonneau SJ, P. Miller Lamothe SJ, P. Claude Souffrant SJ, P. Ramiro Pampols SJ, P. Kénel Sénatus SJ, P. Gilles Beauchemin SJ, P. Gontrand Décoste SJ, Frère Mathurin Charlot SJ, Thomas Dabady SJ y P. Godefroy Midy SJ.>>
sábado, 12 de abril de 2008
martes, 25 de marzo de 2008
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Seguir a Jesús hoy en América Latina
José María VIGIL
Jesús es siempre el mismo. No es la misma, sin embargo, la conciencia y la vivencia que de él tiene la Iglesia bajo la acción del Espíritu a lo largo de la historia.
Hoy, en América Latina, con la irrupción de los pobres, y recogiendo toda la búsqueda y los logros de los estudios bíblicos de los últimos tiempos, el Espíritu está haciendo surgir, en medio de la experiencia espiritual de esta hora del Continente, un nuevo rostro de Jesús.
Si cambia la imagen de Jesús cambia también la conceptuación que la Iglesia tiene de su misión, de la evangelización, del seguimiento. Por eso, a los hombres y mujeres que queremos seguir a Jesús, nos importa grandemente estar atentos a este su rostro nuevo que aparece en América Latina y que sacude profundamente nuestras acostumbradas prácticas de Iglesia, de evangelización, de seguimiento.
Dejando a un lado ahora aspectos tradicionales esenciales que no han sufrido variaciones, nos preguntamos: ¿cuáles serían los rasgos más novedosos de este rostro nuevo de Jesús que emerge en esta hora espiritual de América Latina?
Jesús histórico, revelador de Dios. Dios se nos revela en la historia y, privilegiadamente, en la historia de Jesús. Hoy conocemos a Jesús mejor que nunca. Estamos más cerca que nunca del Jesús histórico. Y nos hemos hecho conscientes de que la historia de Jesús forma parte de la encarnación de Dios. Sus palabras, sus prácticas, sus gestos… todos los rasgos del Jesús histórico son para nosotros pistas de revelación de Dios, y pistas para el seguimiento de Jesús. El Nuevo Testamento no dice tanto que Jesús sea Dios, cuanto que Dios es Jesús; es decir, no es que sepamos previamente o al margen de Jesús quién es Dios, y que esa idea la apliquemos después a Jesús, sino que, por el contrario, todo lo que podemos saber de Dios lo descubrimos a través de Jesús y de su historia. En la historia total de Jesús se nos revela el Dios cristiano. Todo otro dios no es cristiano.
Jesús, profundamente humano. Frente a un Cristo entendido casi exclusivamente como Dios, hemos redescubierto al Cristo de nuestra fe -Dios verdadero- en el Jesús hombre completo y verdadero, profundamente humano, que discierne, valora, duda, decide, ora, no sabe, tiene fe, tiene crisis… Todo en su vida es para nosotros ejemplo de humanidad lograda. Sólo Dios podía ser tan profundamente humano.
Jesús, entregado a la Causa del Reino El dato histórico más cierto que tenemos de la vida de Jesús es que el tema central de su predicación, la realidad que daba sentido a toda su actividad, fue el Reinado de Dios. Jesús no predicaba a “Dios” simplemente, ni a la Iglesia, ni a sí mismo, sino el “Reinado de Dios”. Esa es la Causa por la que él vivió, de la que habló, por la que se arriesgó, por la que fue perseguido, condenado y ejecutado. Fue un hombre entregado a una causa. El Reino fue su opción radical y absoluta.
Jesús, anunciador del Dios del Reino. Jesús no hablaba simplemente de Dios. El Dios de Jesús no es el dios griego. No es un ser metafísico que pueda ser pensado en sí mismo, al margen de los hombres o de la historia. El Dios de Jesús es el Dios del Reino. Jesús recoge y purifica las tradiciones veterotestamentarias sobre Dios: es un Dios de la historia, un Dios que escucha los clamores de su pueblo, que interviene históricamente para liberarlo, que sufre con su pueblo… Jesús no predicó genéricamente a un Dios abstracto, espiritualista, ahistórico, impasible, imparcial ante los conflictos históricos…
Jesús, pobre y encarnado entre los pobres. Jesús fue realmente pobre, vivió entre los pobres y se situó siempre en su perspectiva y en sintonía con sus intereses. Asumió su causa. Conscientemente. Se situó frente a los poderosos. Hizo suyas las aspiraciones de los pobres. Su pobreza y su ubicación social entre los pobres son un dato esencial que atraviesa la vida toda y el mensaje de Jesús.
Jesús, subversivo. Jesús no proclamó un mensaje socialmente irrelevante. Más aún: no sólo tenía relevancia su mensaje, sino que se revelaba concretamente como subversivo. Jesús propone un orden de valores que subvierte el orden establecido. Propone un nuevo tipo de relaciones humanas. No acepta las convenciones sociales Propone el poder y la autoridad como servicio. Presenta una imagen distinta de Dios. Es un inconformista. Proclama y realiza un reino de Dios que implica una reestructuración y transformación del mundo presente.
Jesús, practicador del Reino. La relación de Jesús con el Reino no fue la de un simple decir, sino la de un hacer. Reveló el Reino con “hechos y palabras”. La misión de Jesús no se redujo a dar información sobre el Reino, sino a realizarlo, empeñando la vida toda en esa tarea. Las prácticas de Jesús tienden a realizar la voluntad de Dios -el Reino- en la historia misma, en su situación concreta. Su palabra y su anuncio forman parte de esa práctica.
Jesús, denunciador. Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia sino que denuncia lo que se opone a ella. Denuncia a grupos sociales -no sólo a personas individuales- que explotan al pueblo en la esfera social y religiosa. Levanta una impresionante protesta social frente a toda forma de opresión. Se enfrenta incluso gravemente contra el templo y la religión establecida.
Jesús, libre. Frente a la familia, frente a la sociedad, frente a los poderosos, frente a los poderes, frente a la ley, frente al Imperio, frente al Templo, frente a la persecución y a la muerte.
Jesús, a favor de la vida del pueblo. Jesús aparece como testigo del Dios de la Vida, que viene para que el pueblo tenga vida y la tenga en abundancia. Y manifiesta esta su misión referida siempre muy concretamente a la infraestructura de la vida humana: pan, salud, vestido, bienestar, relaciones fraternas…
Jesús, compasivo. Se compadece de las muchedumbres, de los enfermos, del sufrimiento humano. Se conmueve hasta las entrañas.
Jesús, ecuménico. No tiene mentalidad de secta, ni siquiera de una estricta confesión religiosa. Su óptica se inscribe en el horizonte de un ecumenismo del Reino. Reconoce que está con él quien está con la Causa del Reino. Propone como modélica la conducta de aquel samaritano que se hace prójimo del hermano judío. Presenta el amor a los pobres como el criterio escatológico de salvación que nos juzgará a todos por encima de credos y fronteras.
Jesús y la mujer. Jesús presenta frente a la mujer un comportamiento revolucionario para los parámetros de su cultura y de su tiempo Se deja seguir por mujeres y las incorpora a su comunidad itinerante. Entabla conversación con la mujer samaritana. Se aparece en primer lugar a Magdalena.
Jesús, conflictivo. Su anuncio de la Buena Nueva para los pobres fue a la vez mala noticia para los ricos. No era neutro o imparcial. Se definió ante el conflicto social. Tomó partido inequívocamente en favor de los pobres. Suscitó el conflicto. No claudicó en sus posturas pro bono pacis.
Jesús, perseguido y mártir. Lo persiguieron los poderes políticos, económicos y religiosos. Vivió la mayor parte de su vida pública habitualmente difamado y perseguido. Tuvo que buscar formas de huir y de evitar a sus perseguidores. Muchas veces fue el temor al pueblo lo que retuvo a sus perseguidores. Su vida fue puesta a precio. Intentaron martarlo más de una vez. Su muerte tuvo una gran densidad histórica (no sólo teológica) con la conjunción de fuertes implicaciones políticas. Murió asesinado por el Templo y el Imperio.
Sentimos que todos estos rasgos del nuevo rostro de Jesús emergente en la espiritualidad latinoamericana nos interpelan y nos desafían a confrontar nuestras prácticas con las prácticas de Jesús. Sentimos esta interpelación como una llamada a la conversión, tanto personal como comunitaria.
Sugerencia para la Pastoral
Para el tratamiento del texto en grupos:
1. ¿Qué haría Jesús hoy? ¿Cómo viviría Jesús hoy cada uno de estos aspectos en América Latina?
2. ¿Qué sería concretamente seguir a Jesús hoy en cada uno de estos aspectos?
3. ¿Qué conversión me exige a mí personalmente este redescubrimiento de Jesús?
Jesús es siempre el mismo. No es la misma, sin embargo, la conciencia y la vivencia que de él tiene la Iglesia bajo la acción del Espíritu a lo largo de la historia.
Hoy, en América Latina, con la irrupción de los pobres, y recogiendo toda la búsqueda y los logros de los estudios bíblicos de los últimos tiempos, el Espíritu está haciendo surgir, en medio de la experiencia espiritual de esta hora del Continente, un nuevo rostro de Jesús.
Si cambia la imagen de Jesús cambia también la conceptuación que la Iglesia tiene de su misión, de la evangelización, del seguimiento. Por eso, a los hombres y mujeres que queremos seguir a Jesús, nos importa grandemente estar atentos a este su rostro nuevo que aparece en América Latina y que sacude profundamente nuestras acostumbradas prácticas de Iglesia, de evangelización, de seguimiento.
Dejando a un lado ahora aspectos tradicionales esenciales que no han sufrido variaciones, nos preguntamos: ¿cuáles serían los rasgos más novedosos de este rostro nuevo de Jesús que emerge en esta hora espiritual de América Latina?
Jesús histórico, revelador de Dios. Dios se nos revela en la historia y, privilegiadamente, en la historia de Jesús. Hoy conocemos a Jesús mejor que nunca. Estamos más cerca que nunca del Jesús histórico. Y nos hemos hecho conscientes de que la historia de Jesús forma parte de la encarnación de Dios. Sus palabras, sus prácticas, sus gestos… todos los rasgos del Jesús histórico son para nosotros pistas de revelación de Dios, y pistas para el seguimiento de Jesús. El Nuevo Testamento no dice tanto que Jesús sea Dios, cuanto que Dios es Jesús; es decir, no es que sepamos previamente o al margen de Jesús quién es Dios, y que esa idea la apliquemos después a Jesús, sino que, por el contrario, todo lo que podemos saber de Dios lo descubrimos a través de Jesús y de su historia. En la historia total de Jesús se nos revela el Dios cristiano. Todo otro dios no es cristiano.
Jesús, profundamente humano. Frente a un Cristo entendido casi exclusivamente como Dios, hemos redescubierto al Cristo de nuestra fe -Dios verdadero- en el Jesús hombre completo y verdadero, profundamente humano, que discierne, valora, duda, decide, ora, no sabe, tiene fe, tiene crisis… Todo en su vida es para nosotros ejemplo de humanidad lograda. Sólo Dios podía ser tan profundamente humano.
Jesús, entregado a la Causa del Reino El dato histórico más cierto que tenemos de la vida de Jesús es que el tema central de su predicación, la realidad que daba sentido a toda su actividad, fue el Reinado de Dios. Jesús no predicaba a “Dios” simplemente, ni a la Iglesia, ni a sí mismo, sino el “Reinado de Dios”. Esa es la Causa por la que él vivió, de la que habló, por la que se arriesgó, por la que fue perseguido, condenado y ejecutado. Fue un hombre entregado a una causa. El Reino fue su opción radical y absoluta.
Jesús, anunciador del Dios del Reino. Jesús no hablaba simplemente de Dios. El Dios de Jesús no es el dios griego. No es un ser metafísico que pueda ser pensado en sí mismo, al margen de los hombres o de la historia. El Dios de Jesús es el Dios del Reino. Jesús recoge y purifica las tradiciones veterotestamentarias sobre Dios: es un Dios de la historia, un Dios que escucha los clamores de su pueblo, que interviene históricamente para liberarlo, que sufre con su pueblo… Jesús no predicó genéricamente a un Dios abstracto, espiritualista, ahistórico, impasible, imparcial ante los conflictos históricos…
Jesús, pobre y encarnado entre los pobres. Jesús fue realmente pobre, vivió entre los pobres y se situó siempre en su perspectiva y en sintonía con sus intereses. Asumió su causa. Conscientemente. Se situó frente a los poderosos. Hizo suyas las aspiraciones de los pobres. Su pobreza y su ubicación social entre los pobres son un dato esencial que atraviesa la vida toda y el mensaje de Jesús.
Jesús, subversivo. Jesús no proclamó un mensaje socialmente irrelevante. Más aún: no sólo tenía relevancia su mensaje, sino que se revelaba concretamente como subversivo. Jesús propone un orden de valores que subvierte el orden establecido. Propone un nuevo tipo de relaciones humanas. No acepta las convenciones sociales Propone el poder y la autoridad como servicio. Presenta una imagen distinta de Dios. Es un inconformista. Proclama y realiza un reino de Dios que implica una reestructuración y transformación del mundo presente.
Jesús, practicador del Reino. La relación de Jesús con el Reino no fue la de un simple decir, sino la de un hacer. Reveló el Reino con “hechos y palabras”. La misión de Jesús no se redujo a dar información sobre el Reino, sino a realizarlo, empeñando la vida toda en esa tarea. Las prácticas de Jesús tienden a realizar la voluntad de Dios -el Reino- en la historia misma, en su situación concreta. Su palabra y su anuncio forman parte de esa práctica.
Jesús, denunciador. Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia sino que denuncia lo que se opone a ella. Denuncia a grupos sociales -no sólo a personas individuales- que explotan al pueblo en la esfera social y religiosa. Levanta una impresionante protesta social frente a toda forma de opresión. Se enfrenta incluso gravemente contra el templo y la religión establecida.
Jesús, libre. Frente a la familia, frente a la sociedad, frente a los poderosos, frente a los poderes, frente a la ley, frente al Imperio, frente al Templo, frente a la persecución y a la muerte.
Jesús, a favor de la vida del pueblo. Jesús aparece como testigo del Dios de la Vida, que viene para que el pueblo tenga vida y la tenga en abundancia. Y manifiesta esta su misión referida siempre muy concretamente a la infraestructura de la vida humana: pan, salud, vestido, bienestar, relaciones fraternas…
Jesús, compasivo. Se compadece de las muchedumbres, de los enfermos, del sufrimiento humano. Se conmueve hasta las entrañas.
Jesús, ecuménico. No tiene mentalidad de secta, ni siquiera de una estricta confesión religiosa. Su óptica se inscribe en el horizonte de un ecumenismo del Reino. Reconoce que está con él quien está con la Causa del Reino. Propone como modélica la conducta de aquel samaritano que se hace prójimo del hermano judío. Presenta el amor a los pobres como el criterio escatológico de salvación que nos juzgará a todos por encima de credos y fronteras.
Jesús y la mujer. Jesús presenta frente a la mujer un comportamiento revolucionario para los parámetros de su cultura y de su tiempo Se deja seguir por mujeres y las incorpora a su comunidad itinerante. Entabla conversación con la mujer samaritana. Se aparece en primer lugar a Magdalena.
Jesús, conflictivo. Su anuncio de la Buena Nueva para los pobres fue a la vez mala noticia para los ricos. No era neutro o imparcial. Se definió ante el conflicto social. Tomó partido inequívocamente en favor de los pobres. Suscitó el conflicto. No claudicó en sus posturas pro bono pacis.
Jesús, perseguido y mártir. Lo persiguieron los poderes políticos, económicos y religiosos. Vivió la mayor parte de su vida pública habitualmente difamado y perseguido. Tuvo que buscar formas de huir y de evitar a sus perseguidores. Muchas veces fue el temor al pueblo lo que retuvo a sus perseguidores. Su vida fue puesta a precio. Intentaron martarlo más de una vez. Su muerte tuvo una gran densidad histórica (no sólo teológica) con la conjunción de fuertes implicaciones políticas. Murió asesinado por el Templo y el Imperio.
Sentimos que todos estos rasgos del nuevo rostro de Jesús emergente en la espiritualidad latinoamericana nos interpelan y nos desafían a confrontar nuestras prácticas con las prácticas de Jesús. Sentimos esta interpelación como una llamada a la conversión, tanto personal como comunitaria.
Sugerencia para la Pastoral
Para el tratamiento del texto en grupos:
1. ¿Qué haría Jesús hoy? ¿Cómo viviría Jesús hoy cada uno de estos aspectos en América Latina?
2. ¿Qué sería concretamente seguir a Jesús hoy en cada uno de estos aspectos?
3. ¿Qué conversión me exige a mí personalmente este redescubrimiento de Jesús?
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